jueves, 3 de septiembre de 2015

La duda



La duda, siempre. Aún no entiendo qué fue lo que estuvo mal, ni cómo podría haberlo salvado, reconstruido. Esta soy yo creyendo que puedo empezar otra vez. Mas existieron los límites, existió ese instante en que la sensatez me obligó a retirarme de la batalla, ya con demasiadas heridas pero con deseos de seguir viviendo aunque tuviera que ser en otra parte, lejos de ese reino precioso lleno de éxtasis igual que de venenos. Nada que haga es suficiente, pero lo olvido. El amor, sobre todo, no es suficiente, pero lo descreo. Esperé el tiempo exacto para ir a encontrarlo, a recuperarlo. Esta soy yo intentando de nueva cuenta. Lo miré a los ojos y hasta entonces lo supe. Su mirada no coincidía con la mía, nunca lo hizo. Apenas le importó mi presencia, no detuvo su andar, permaneció, indiferente. Me marché otra vez. La duda germinaba, supe que tendría que aprender a vivir con ella. Esta soy yo diciendo adiós. No fue necesario contarle nada. La derrota es muda.

Music on: My chemical romance - I don't love you
Quote: "El hombre desea aproximarse a la meta, pero cuando llega, no se siente satisfecho". Fiódor Dostoievski
Reading: Conjunto vacío - Verónica Gerber

martes, 1 de septiembre de 2015

El amor es hambre: es el sentimiento más voraz



Ana Clavel nació en la ciudad de México en 1961. Es escritora; maestra en letras latinoamericanas por la UNAM y autora de los libros de cuentos: Fuera de escena (1984), Amorosos de atar (1992), Paraísos trémulos (2002), y del volumen de cuentos reunidos Amor y otros suicidios (2012), Premio Nacional de Cuento “Gilberto Owen” 1991; además de varias novelas como Los deseos y su sombra (2000) y Cuerpo náufrago (2005).

Con El amor es hambre, su última novela, Ana Clavel se sumerge en los terrenos del placer y la tentación, de aquello que estimula el deseo y que se halla en cosas no tan convencionales; así como de los posibles orígenes de esa búsqueda de lo prohibido y la más primitiva tentación de que es objeto todo ser humano. Escribe, por ejemplo: “Lo prohibido tiene dedos, tacto. Por eso nos ‘tienta’. ¿No es tentar, la tentación, una metáfora en sí misma y perfecta?”. Y es que el deseo muchas veces no queda satisfecho y se requiere explorar otras formas, andar otros caminos.

Ana Clavel ha trabajado el tema del deseo en otras novelas igualmente logradas; baste mencionar El dibujante de sombras (2009) y Las violetas son flores del deseo (2007), con la que obtuvo el Premio de Novela Corta Juan Rulfo 2005 de Radio Francia Internacional. En El amor es hambre regresa a explorar algunos de los tópicos que ya caracteriza su literatura: la búsqueda, el cuestionamiento del yo, el placer. En esta novela vuelve a tomar el tema de las flores como esa especie que generalmente se ve a la distancia pero cuya sensualidad es muy parecida a la nuestra y se atreve a jugar con sus texturas, otorgando al lector nuevas perspectivas sensibles de la naturaleza.

La protagonista del libro se llama Artemisa; la novela cuenta su historia a la par de su curiosidad por las texturas y las sensaciones. Ella, desde muy niña, tuvo conciencia de sí misma como un ser de búsqueda constante, de experimentación y sobre todo de placer. Aunque muy pequeña queda huérfana, nunca olvida esas primeras experiencias del deseo al lado de sus padres, cuando los observó hacer el amor, y ellos, en lugar de refugiarse en el pudor e impedirle el espectáculo, la integraron al acto.

Con el paso del tiempo, la niña sigue adelante con su exploración; encuentra en el regazo de su tutor una ventana más para el placer y descubre un deseo callado, pero mutuo, que se gesta con fuerza en ambos, sin importar la brecha generacional.

Cabe mencionar que Ana Clavel sostiene su creación literaria con una fuerte investigación sobre los temas que maneja, lo cual sobresale en diferentes partes de la narrativa. En El amor es hambre menciona la historia de caperucita roja en una suerte de intertextualidad que lleva a pensar en el posible paralelismo entre Artemisa y caperucita. La autora retoma una de las concepciones más antiguas de este cuento, ubicado en la época de Luis XIV, en donde el lobo invita a la niña a consumir la carne y sangre de la abuela destazada. Esta versión pertenecía a un grupo de relatos que buscaban sembrar miedo en los niños para prevenir el trato con desconocidos. En la novela de Clavel, se subvierte sutilmente esta escena, pues Artemisa, sin llegar al canibalismo estricto y declarado, es una persona que busca constantemente maneras de experimentar con la carne.

Consecuencia de estas inquietudes, abre un restaurante llamado Corazón de lobo en el que da rienda a esta búsqueda a través de la comida. Lo culinario se mezcla de nueva cuenta con el deseo y con el placer. El corazón se convierte en un símbolo que sostiene buena parte de la trama, en tanto que es, por un lado, el centro vital que rige al cuerpo, indispensable para la supervivencia, y, por otro, un platillo poco común e incluso codiciado por su exoticidad.

Artemisa nos enseña también que el amor no es necesariamente tierno, sino que contiene un lado salvaje que busca, y que requiere, sobre todo, la saciedad. El amor es, literalmente, hambre: amar es devorar. Así lo escribió Rosario Castellanos: “Desconfía del que ama: tiene hambre, no quiere más que devorar”. Y Artemisa, plenamente consciente de que uno de los primeros conocimientos que tiene el ser humano es el del hambre, el primer instinto que busca saciarse y satisfacerse, ve en el amor una suerte de necesidad que debe llegar a la satisfacción.

El libro lleva al lector través de diversas sensaciones, con un hambre voraz dispuesta a probar las múltiples posibilidades que ofrece la naturaleza misma; desde la comida como la conocemos convencionalmente, hasta algunos platillos que trasgreden las convenciones; desde el amor como entrega hasta el deseo exacerbado de búsqueda y placer, como saciedad de hambre.

Music on: Outsiders - Franz Ferdinand
Quote: "La ausencia era eso. Un lugar que uno conoce y recuerda de memoria, como si fuera una foto, donde uno falta". Ricardo Piglia
Reading: Las ciudades invisibles - Italo Calvino